El huevo juega un papel importante en la dieta ya que tiene una alta concentración de nutrientes y un bajo aporte calórico. Es rico en aminoácidos esenciales, ácidos grasos, vitaminas y minerales. Además es un alimento de alto valor biológico (esto quiere decir que contiene los 9 aminoácidos esenciales necesarios para formar las diferentes proteínas que nuestro organismo necesita).
Debido a la elevada calidad y biodisponibilidad de la proteína del huevo, su consumo favorece el desarrollo del feto en la etapa embrionaria, ayuda a los deportistas a ganar músculo, y en personas mayores ayuda a contrarrestar la pérdida de masa muscular ocasionada por la edad y a la falta de actividad física. Estudios recientes han demostrado que el consumo de proteína en personas mayores ayuda a incrementar la densidad mineral del hueso y por lo tanto previene el riesgo de rotura ósea.
Hace dos décadas la American Heart Association limitó la ingesta de huevo a un máximo de tres por semana como medida de prevención cardiovascular. Sin embargo, hoy sabemos que no existe una relación estrecha entre el colesterol dietético (el que ingerimos en los alimentos) y el colesterol plasmático (presente en la sangre) y que en gran medida depende de factores genéticos, peso corporal y actividad física que se realice.
Entonces ¿Qué hace que nuestros niveles de colesterol en sangre aumenten? Son las grasas saturadas y los ácidos grasos trans los responsables de este aumento. Es por esto que restringir el consumo de este tipo de grasas tiene un mayor beneficio que reducir nuestro consumo de colesterol. Es verdad que la mayoría de los alimentos que contienen colesterol también son ricos en grasas saturadas, pero concretamente el huevo no lo es, ya que este tiene mayor contenido de grasas instauradas que de saturadas y por ello el colesterol del huevo tiene menor efecto sobre el colesterol en sangre.
Las grasas saturadas elevan el colesterol LDL (colesterol “malo”) en sangre, siendo un factor de riesgo si se consume en exceso, pero las grasas trans, no sólo elevan el colesterol malo y total en sangre sino también, reducen el colesterol HDL (colesterol “bueno”) y por ello, su consumo representa un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Los ácidos grasos trans los podemos encontrar en los aceites vegetales cuando se someten al proceso de refinado, la leche entera, la margarina, los quesos y en la carne. Las grasas saturadas se encuentran en alimentos de origen animal como carnes, embutidos, leches enteras, aunque también las podemos encontrar en el aceite de palma y el de coco.
Algunos estudios investigaron directamente la relación entre la ingesta de huevo y la enfermedad cardiovascular y no se encontró ninguna asociación entre ambas, por ello la American Heart Association modificó sus recomendaciones dietéticas en una revisión en el año 2000, en donde mencionó que “El colesterol procedente de los huevos no suponen un riesgo añadido para padecer enfermedades cardiovasculares, permitiendo recomendar la toma de un huevo al día, en lugar de la recomendación previa de 3 huevos a la semana”.
Bibliografía
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Instituto De Estudios Del Huevo. El Gran Libro Del Huevo. Editorial Everest, S.A. Print.1ª edición. Octubre 2009.
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Fuente de la imagen:
Egg, Eggshell, Broken, Yolk, Shell, Yellow, Egg Beater. Photo via Visual hunt. http://allthefreestock.com/
Marcela Marroquín Tamez
Estudiante en prácticas del Tecnológico de Monterrey