La población es consciente de la importancia de una correcta hidratación, como parte de la supervivencia, más cuando se trabaja o se hace ejercicio, durante periodos prolongados o en condiciones ambientales extremas. También se ha puesto de relieve en diversos estudios el impacto, negativo, en el rendimiento, capacidad física e intelectual, riesgo de accidentes y salud, de una hidratación inadecuada.
Tuvieron gran impacto en este sentido los estudios realizados en campañas bélicas en las que se constataba la diferencia en la distancia recorrida por los soldados, en función del líquido del que podían disponer y también resultaron (y todavía resultan) impactantes los fallecimientos de algunos deportistas como consecuencia de un choque térmico asociado a una inadecuada hidratación. Pero estos datos aunque conocidos, parecen estar lejos de la problemática de un individuo medio.
Durante mucho tiempo se ha confiado en la sensación de sed como señal suficiente para lograr una hidratación óptima, por supuesto con una vigilancia especial de los niños que no pueden manifestar esta sensación de sed y en mujeres embarazadas y en periodo de lactancia por sus mayores necesidades de fluidos. También se puso de relieve que las personas mayores pierden con el paso del tiempo la sensación de sed y son un grupo con grave riesgo de deshidratación, pues a veces por problemas de movilidad o de incontinencia, restringen el consumo de bebidas, lo que unido a otros cambios fisiológicos, junto con su menor capacidad de adaptación ante cualquier problema, convierte a este grupo en colectivo de riesgo.
Pero ¿qué sucede con la población general?, en principio se daba por supuesto que no había ningún problema de hidratación, cuando había un acceso fácil al consumo de agua / bebidas, pero en diversas circunstancias se vio la necesidad de insistir para que el consumo de líquidos fuera algo superior al habitual, esto llevó a establecer la necesidad de beber al menos 2 litros de agua/fluidos al día, y se hizo especial hincapié en el seguimiento de la pauta en personas con diversos problemas (estreñimiento, cálculos renales, vómitos, diarrea…).
Sin embargo, los estudios realizados en población adulta, jóvenes o niños, ponen de relieve que un elevado porcentaje de la población toma menor cantidad de fluidos que los marcados como aconsejables. Y mucho más preocupante que el consumo insuficiente, incluso en personas concienciadas con este tema, resulta el desconocimiento sobre el consumo habitual y sobre el que resulta conveniente.
La mayor parte de los individuos considera conveniente beber 2 litros de agua/bebidas al día, pero la pauta es adecuada solo para población femenina, que vive en ambiente fresco y realiza escasa actividad, para varones (especialmente si son físicamente activos, o se encuentran en ambiente cálido) el aporte debe ser superior a esta cantidad.
Pero incluso las personas que declaran conveniente tomar 2 litros de bebidas al día, con frecuencia incumplen la pauta y toman menos de esta cantidad, un 80-90 % de los estudiados (dependiendo del colectivo concreto) beben menos de lo marcado como ingesta adecuada y un 70-80 % declaran como conveniente un aporte inferior al realmente establecido como adecuado.
Por otra parte, los deportistas de alta competición están muy concienciados y supervisados para que su aporte de fluidos sea adecuado y su rendimiento no se vea perjudicado por una ligera deshidratación (aunque a veces la hidratación lograda no es la optima y existen riesgos asociados muy graves), pero no sucede lo mismo con las personas físicamente activas, que realizan actividad como parte de su trabajo, de su ocio, o para mantener su forma física. Estas personas suelen mostrar ingestas de fluidos muy inferiores a las que serían deseables. Sin embargo, una pérdida de líquido que suponga más del 2 % del peso corporal afecta al rendimiento físico, conducta y diversas habilidades cognitivas, aumentando la morbilidad y mortalidad.
Por ejemplo, en población infantil se ha constatado que no existen diferencias en la ingesta de fluidos entre los sedentarios y los físicamente activos, de modo que estos últimos tienen una osmolaridad y densidad en la orina muy superior a la de niños sedentarios y muestran una tendencia a la deshidratación que sería deseable resolver.
Es importante destacar que, aunque el agua es el nutriente cuantitativamente más importante y más esencial (aquel cuya falta lleva a la muerte con mayor rapidez), solo algunos países la incluyen entre los nutrientes recomendados y, solo recientemente, se ha incluido el consumo de bebidas en las guías de alimentación encaminadas a orientar a la población sobre pautas de alimentación correcta.
El concretar los aportes adecuados de fluidos se ha hecho mucho más tarde y en algunas poblaciones queda pendiente de establecer. Mientras que las ingestas recomendadas de macro y micronutrientes ha sido objeto de mucha mayor atención, lo que ha permitido fijar ingestas recomendadas/adecuadas de la mayor parte de los nutrientes e incluso revisar y mejorar el aporte aconsejado, sin embargo para el agua queda mucha investigación por realizar.
En este sentido, teniendo en cuenta la gran variabilidad en las necesidades de fluidos (en función de diferencias metabólicas, de actividad, condiciones ambientales..), el Institute of Medicine (IOM), of the National Academies of Science, estableció que no se podía fijar un nivel de ingesta que asegurara una adecuada hidratación y una salud correcta para la mitad de las personas aparentemente sanas en diversas condiciones ambientales, por lo que era imposible marcar unas ingestas recomendadas, pero si se procedió a fijar unas ingestas adecuadas, orientativas, que representan el aporte medio de una población sana, de características concretas que mantiene una hidratación aparentemente adecuada y saludable. Con ese criterio el IOM (y concretamente The Food and Nutrition Board Panel on Dietary Reference Intakes for Electrolytes and Water, 2005) ha establecido que la ingesta adecuada de agua para adultos de >19 años es de 3,7 L/día en varones y 2,7 L/día en mujeres, lo que se asocia con una pauta de ingesta de bebidas de 3 L/día y 2,2 L/día, respectivamente. Considerando que el resto del fluido necesario puede ser obtenido a partir de diversos alimentos.
Sin embargo, no hay unanimidad en las pautas respecto a consumo de fluidos, y en concreto la ingesta adecuada marcada por la EFSA es de 2,5 L/día y 2 L/día, para varones y mujeres adultos, respectivamente. Por su parte la OMS establece como ingesta adecuada 2,9 L/día en varones y 2,2 L/día en mujeres.
Otra pauta, encaminada a estimar la ingesta aconsejable de fluidos se basa en considerar la ingesta energética de cada individuo, teniendo en cuenta que tanto el tamaño corporal como el nivel de actividad, son determinantes cruciales del gasto energético y paralelamente también modifican las necesidades de líquido. En este sentido, la EFSA establece la posibilidad de expresar las recomendaciones de ingesta de agua en ml/kcal. La pauta más general aconseja tomar 1 ml/kcal en población general (algo más en mujeres lactantes o niños pequeños: 1,3-1,4 ml/kcal).
Pese a la existencia de diversos criterios sobre ingesta adecuada de fluidos, la población concienciada por una adecuada hidratación considera que tomar 2 L/día de fluidos es lo correcto, pero este aporte puede ser insuficiente para muchos individuos y además la ingesta media de fluidos de diversas poblaciones estudiadas oscila entre 1.500-1.700 ml, por lo que la ingesta real es inferior a la considerada correcta y posiblemente a la realmente conveniente.
Diversas evidencias científicas relacionan una adecuada hidratación con la supervivencia, promoción de la salud, mejora del rendimiento físico y mental, así como con mayor seguridad y productividad laboral, estas evidencias han llevado a que en el I International and III National Hydration Congress (2013) se estableciera entre sus conclusiones que la hidratación debe ser objeto de mayor investigación y atención en el futuro, que el agua es un nutriente esencial que se obtiene a través del consumo de diferentes alimentos y bebidas como parte de nuestra dieta. En este sentido se destaca que todas las bebidas no alcohólicas que contengan más del 80 % de agua y menos de 50 mEq/L de sal son fuente de hidratación, lo que resulta especialmente relevante frente a condiciones ambientales de calor. Por otra parte, en el caso de las bebidas, se recomienda leer la información nutricional y las calorías que aportan, ya que existen alternativas bajas en o sin calorías para poder elegir. Aumentar diariamente la ingesta de agua y líquidos en personas que sufren dolores de cabeza, especialmente entre aquellos que ingieren menos cantidades de las recomendadas, puede reducir la intensidad y el número de episodios. Se destaca también que cada vez hay más concienciación entre la población sobre la importancia de estar adecuadamente hidratados durante todo el día.
Teniendo en cuenta lo anterior, la elevada frecuencia con la que se observa un aporte insuficiente de agua, y el desconocimiento de la población respecto al consumo aconsejado, se pone de relieve la necesidad de un orden y una pauta reglada respecto a la ingesta diaria de líquido que resulta conveniente tomar, además de ser necesaria mayor investigación para establecer la referencia concreta que permita valorar la ingesta de fluidos de diversos colectivos.
http://www.hidratacionysalud.es/estudios/consenso_cientifico.pdf
Rosa M Ortega
Departamento de Nutrición
Facultad de Farmacia
Universidad Complutense de Madrid